Bioeconomía para todos.
El avance científico iniciado en 1800 pero potenciado fuertemente a partir del desarrollo de modelos atómicos confiables en la primera mitad del siglo XX y, fundamentalmente por su crecimiento exponencial los últimos 60 años, queda reflejado en uno de sus aspectos por el incremento del CO2 debido a la necesidad de consumo de energía fósil por parte del impresionante desarrollo tecnológico producido. No obstante el incremento en el promedio de vida de 24 a 76 años (3,2 veces más) y el aumento de la población en la tierra de 1000 a 7000 millones de habitantes (7 veces más) pareciera indicar que la vida humana en la tierra está floreciente. Si bien el avance científico-tecnológico produjo una mejora cuantitativa importante en cuanto al promedio de vida, con perspectiva a corto plazo de superar los 100 años, trajo aparejado graves problemas cualitativos con tendencia a acelerarse en forma exponencial: aumento de la población mundial de 2500 a 7000 mil millones de habitantes entre el año 1950 y el 2013, aproximación a la “carga máxima de la tierra” (10.000 millones de habitantes), fuerte incremento en la demanda de energía y alimentos, aumento de la contaminación en general producto de la mayor cantidad de habitantes y de la actividad del hombre, peligrosa acumulación de gases que conducen al calentamiento global; agotamiento de la energía fósil-extractiva, antes abundante-barata y declive constante de la diversidad biológica ante la apropiación de más espacios físicos por el hombre. En el contexto planteado, la economía de pensamiento único en la cual lo económico predomina sobre lo político y el mercado soluciona todos los problemas del sistema en concurrencia con la competitividad y el libre intercambio, no puede dar respuestas a las demandas de la sociedad. De los 7000 millones de habitantes actuales, casi 1000 millones no pueden comer si alguien no le proporciona alimentos y 5000 millones están fuera de una vida garantizada. El intento histórico más reciente de romper con la inconveniencia actual de la economía ortodoxa partió de Nicholas Georgescu-Roegen, uno de los pensadores más notables y profundos de la economía moderna; él lanzó dos torpedos críticos a la economía vigente en sus libros Analytical Economics (1966) y The Entropy Law and Economic Process (1971) en los cuales centra las problemáticas económicas actuales en el divorcio entre las teorías económicas y el cumplimiento de las leyes de la naturaleza. Para los economistas de pensamiento único todo es un ciclo de producción y consumo, pero para la naturaleza esto no constituye un ciclo, es sólo un gasto unidireccional de energía y recursos naturales no renovables en el tiempo que se consumen. El auguró por lo tanto un gran fracaso en la economía mundial, fracaso evidente ante la cantidad, en tiempos cada vez más cortos, de crisis económicas. Nicolás Georgescu-Roegen señalo como única solución posible la aparición de una ciencia-tecnología capaz de generar en tiempo y forma los recursos naturales necesarios para llegar a un nuevo tipo de equilibrio en la tierra…
La bioeconomía de conveniencia.